A estas horas la FDA, el organismo de control sanitario norteamericano, está supervisando las instalaciones para que los productos criollos puedan desembarcar en el país del Norte
En diciembre pasado, los suizos le vendieron la planta en un acuerdo que sorprendió a todo el sector. A estas horas la FDA, el organismo de control sanitario norteamericano, está supervisando la planta para que los productos criollos puedan desembarcar en ese país.
En manos de Phoenix, ¿la nueva planta seguirá operando a 30 por ciento?
-Estamos analizando muchos proyectos, pero es una planta que da para mucho más. Ahora está trabajando a un tercio de la capacidad instalada, pero además tiene una elasticidad enorme como para ampliarse hasta diez veces más. Esperamos estar trabajando a 50% en el mediano plazo, porque si no se logra alcanzar ese objetivo rápidamente se habrá hecho un mal negocio. La planta de Villa de Mayo está preparada para sólidos, aunque también tiene producción de líquidos y cremas. Tendremos que estudiar cómo redistribuiremos la producción en el mediano plazo.
¿La planta que operan en Almagro, podría trasladarse a Villa de Mayo?
-Es bastante difícil. Nuestra planta de inyectables es modelo y trasladarla resultaría muy costoso. Por eso, por ahora seguiremos funcionando con las dos plantas al mismo tiempo. A estas horas, 90% de la producción de Phoenix se realiza en Almagro, y 10% se terceriza. Esa producción, en primera instancia, es la que se iría mudando a la ex planta de Novartis.
¿Con qué otros laboratorios mantienen alianzas estratégicas?
-Tenemos varias licencias con laboratorios internacionales y aspiramos a tratar de no perderlas. Sucede que hay productos que hasta ayer daban ganancias y luego de la devaluación el mapa de la rentabilidad cambió por completo. Agiolax es una licencia de Madaus de Alemania. Con los alemanes de Schwabe tenemos Tanakan y Kalter. Con Merz de Alemania el producto Akatinol y con Pfizer un comarketing para Lipitor, que nosotros comercializamos como Zarator.
¿Tener una licencia equivale en todos los casos a importar los productos?
–No siempre. Las marcas de Schwabe las producimos en el país. Por eso, los casos más duros de renegociar después de la devaluación fueron los de aquellos productos que venían del exterior. Con Pfizer, por ejemplo hubo una ardua negociación. Tuvimos que explicar en el exterior cuál era la realidad argentina, pero hasta equilibrar los números pasó más de un semestre. Hablando en números, el saldo para el año pasado en lo que hace al negocio de licencias fue negativo.
¿Cuál fue la actitud de los licenciatarios?
-Cuando una empresa internacional otorga licencias en el país hay un interés mutuo para que los productos funcionen bien. La idea de Phoenix era superar la fase crítica y mantener vigentes las marcas en la plaza local. No es sólo una cuestión de números. En algunos casos seguimos vendiendo a pérdida hasta que alcanzamos el break even.
¿Cuántas personas trabajan en Phoenix?
-El laboratorio tiene un staff de 600 empleados, sin incluir los nuevos integrantes que se sumaron después del acuerdo con Novartis. En total serían 700. Novartis operaba con más de 100 personas en Villa de Mayo, aunque ellos absorbieron parte del plantel local.
¿Hubo desvinculaciones en Phoenix como en gran parte de la industria?
-Sonaba tentador reducir, sobre todo en el momento en que estuvimos renovando las licencias internacionales. Pero creímos que si en momentos de crisis se dejan de hacer cosas, cuando se retire la marea y se estabilice la situación la empresa que quede mejor parada será aquella que mantuvo sus acciones y sus estrategias a flote.
En plena devaluación pusimos el foco en la negociación con los licenciatarios y en abrir nuevos mercados de exportación. En este momento estamos exportando a Latinoamérica, a Egipto y, recientemente, desembarcamos en Corea.
Por Cristina Kroll
